23 diciembre 2010
Vino
06 diciembre 2010
16 noviembre 2010
Sobre el verde pasto seco
Allí estaba sentada, sola, inmóvil debajo de un árbol en pleno agosto. Aunque aquí el otoño llega cuando le viene en gana, ese día el árbol de guayacán despedía a sus hojas que una tras otra caían sin prisa sobre ella y su libro. El pasto era verde diría yo, ella pensaba que estaba seco. Yo para no contrariarla diría que estábamos sobre el verde pasto seco, aunque era consciente de que no compartíamos el mismo prado. Su libro, el mío, pienso que eran uno solo, siempre termina siendo, ya lo sé, aunque no la conozca bien.
― ¿Estás aquí, detrás?
―Si, como siempre, ¿aun no te acostumbras?
―No, cuando estás aquí pierdo mi concentración, mi cordura, pero preferiría morir antes de saberte lejos, naufragante entre mi memoria, mientras me hayo sola con mis pensamientos, mi rutina.
―Sí, suelo pensar que eres mi espejo, pero somos diferentes desde la punta del dedo hasta el último cabello.
Me enloquece su presencia, me ataca, me incomoda, sufro cuando está cerca, no tengo paz. Aun así, sería una locura dejar que se vaya; si se va, se lleva mis recuerdos, mi inspiración, mi necesaria conciencia y las ganas de seguir aquí entre este jardín. He leído incontables historias que hablan de la noche, incansables poemas que la evocan, desesperadas canciones que la aclaman, pero no logro entender su magia, la oscuridad es aterradora, su silencio ensordece el alma, es como estar en medio de la nada como un ente suspendido en el vacío, en sus propios pensamientos, no lo soporto.
La noche se hace tolerable porque está cerca, siempre atrás de mí, guiando mis pensamientos por jardines laberinticos cada vez más profundos, más espinosos pero asombrosamente hermosos. La noche es suya y yo soy la acompañante de sus impulsos, estoy condenada a la penumbra, a ser su títere, lo sé y no pongo resistencia así ha de ser.
― ¿Sigues ahí?
¿Cuántas noches han pasado? A lo lejos se escucha el mar donde reposan las almas y sus ideas, escucho fragmentos de aquellos poemas, hablan del anhelo de estar muerto, de la tortuosa existencia sin ti. Eres luna, dosis de heroína hecha carne. Adictiva, indomable, dañina e insoportablemente necesaria.
― ¿Por qué no apareces?
Cansada de esperar lo que he perdido pregunto a estos arbustos por tu recuerdo, tu esencia. Se han ido las ganas de sentarme bajo el guayacán y abrir el libro, no hay quién escriba, quién lea lo que ha escrito, quien anhele la dolorosa catarsis de estar vivo y muerto al tiempo.
Ahora miro el espejo y te veo, a la sombra de lo que soy, aparece tu rostro dibujado pero no eres tú, soy otra. Te extraño Amelia. Estoy posada a la sombra de lo que no quisiste que fuéramos, pero qué más da, te has ido y he muerto, mientras, yo aquí sobre el verde pasto seco.
07 enero 2010
Por los siglos de los siglos amén
La idea del matrimonio perfecto con un marido que cocine, planche y cuide a los niños mientras la esposa sale con sus amigas, va de compras o trabaja; se ha convertido en un buen cliché para asegurarse a sí mismo que es mejor casarse joven. No sería descabellado pensar que en una sociedad postmoderna, el matrimonio, los hijos y la abnegación al hogar, es una posición descartada en la lista de prioridades de las mujeres jóvenes que se consideran útiles a la sociedad desde otras perspectivas.
Para la iglesia, el matrimonio es una vocación, así como la vida religiosa y la soltería, sin embargo la tarea se hace menos tediosa en las dos últimas, teniendo en cuenta que solo existe la responsabilidad con sí mismo. El matrimonio es de dos, eso es claro, pero persiste el ideal de muchos donde la mujer se convierte en una madre: plancha, cocina, le escoge la ropa, le empaca el almuerzo, lo ayuda a vestir, le lleva el desayuno a la cama, le quita los zapatos y se aguanta su mal genio. Tal como lo manda Dios.
Según el censo del Dane realizado en el 2005, al menos el 60% de la población en Antioquia mantiene una relación estable, las mujeres entre los 15 y los 25 años se encuentran en el grupo poblacional mayoritario dentro de esta estadística. Para los programas gubernamentales, este comportamiento se debe al incremento de los embarazos no deseados y la falta de proyectos de vida claros que ayuden a los jóvenes a concebir la vida desde una perspectiva más amplia.
Otros aseguran que la ruralidad, el tercermundismo y la desinformación, son la razón de ser de este comportamiento. La iglesia, las condiciones socioeconómicas y el imaginario de familia son otros factores que los expertos consideran decisivos a la hora de casarse.
Aunque las mujeres tienen legalmente los mismos derechos de los hombres, socialmente hay quienes sostienen que el matrimonio es el único medio de realización. Llegar a los treinta sin casarse y tener al menos un hijo que proteger, se convierte en uno de los motivos para no esperar y evitar correr el riesgo de quedarse con San Antonio boca abajo.
El Santuario es un municipio con una población de 25.052 habitantes donde el 75% es femenino. Solo este año se han casado 180 parejas, el 60% no supera los 25 años. En éste municipio el arriendo de una casa con dos habitaciones, un baño, la cocina y un antejardín, puede costar cuatrocientos mil pesos. El mercado básico oscila entre los 200 y 300 mil; situación que depende de la marca de los productos y los sitios donde sean comprados. El agua, la luz, el teléfono y el gas pueden costar en promedio 250 mil pesos en una casa estrato dos. Sin contar la inversión en la recepción, los vestidos de los novios, la peluquería, los muebles para la casa; además de los gastos en salud, el vestido, las vacaciones, las salidas algunos fines de semana y servicios adicionales. Una pareja promedio en Colombia necesita dos mínimos al mes para vivir medianamente cómoda.
Si se tiene en cuenta que solo el 10% de la población colombiana accede a la educación superior, que el salario mínimo no cubre las necesidades básicas y que los niveles de subempleo siguen incrementándose. Además del costo que implica tener hijos desde el momento de su concepción hasta el paso por la universidad ¿Cuál es el criterio que lleva a una pareja joven a tomar esa decisión?
Aunque la edad no es garantía, es una póliza de experiencia que puede hacer de los matrimonios una convivencia más realista y en igualdad de condiciones. Así podría acabarse la queja de las abuelas: los matrimonios actuales son ‘desechables’. Será que los jóvenes de ésta era siguen creyendo en el adagio imprescindible: por los siglos de los siglos amén.