El mar de gente, ciudades como granjas de hormigas que trabajan, comen, adoran su reina, reproducen y mueren; el ciclo vital es así de simple, el hombre lo ha hecho más complejo con su calidad de nostalgia trasnochada.
Aun así, sentada en este sillón a media noche, con un sol que se posa en otro lado del mundo, entiendo a Gonzalo Arango y Andrés Caicedo, las ciudades malditas son tiernamente esperanzadoras durante los atardeceres, pero tristemente cínicas en las noches de invierno, que como hoy acompañan el paisaje.