06 diciembre 2010

Sentada sobre éste sillón y mirando la ciudad puedo concluir que el sol sigue saliendo al otro lado del horizonte, como si se burlara de la tragedia, de la angustia de los bufones que calienta todos los días.
El mar de gente, ciudades como granjas de hormigas que trabajan, comen, adoran su reina, reproducen y mueren; el ciclo vital es así de simple, el hombre lo ha hecho más complejo con su calidad de nostalgia trasnochada.

Aun así, sentada en este sillón a media noche, con un sol que se posa en otro lado del mundo, entiendo a Gonzalo Arango y Andrés Caicedo, las ciudades malditas son tiernamente esperanzadoras durante los atardeceres, pero tristemente cínicas en las noches de invierno, que como hoy acompañan el paisaje.

1 comentario:

  1. La ciudad es lo que nunca seré y eso me atrae. Verme aquí, a veces sola, a veces acompañada, distante de la jaula y a la vez enjaulada en la tristeza, eso me da gusto. Mientras tanto las luces se comen la montaña y yo concluyo, como vos, que la negra mirada al mundo es inocente.

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