La idea del matrimonio perfecto con un marido que cocine, planche y cuide a los niños mientras la esposa sale con sus amigas, va de compras o trabaja; se ha convertido en un buen cliché para asegurarse a sí mismo que es mejor casarse joven. No sería descabellado pensar que en una sociedad postmoderna, el matrimonio, los hijos y la abnegación al hogar, es una posición descartada en la lista de prioridades de las mujeres jóvenes que se consideran útiles a la sociedad desde otras perspectivas.
Para la iglesia, el matrimonio es una vocación, así como la vida religiosa y la soltería, sin embargo la tarea se hace menos tediosa en las dos últimas, teniendo en cuenta que solo existe la responsabilidad con sí mismo. El matrimonio es de dos, eso es claro, pero persiste el ideal de muchos donde la mujer se convierte en una madre: plancha, cocina, le escoge la ropa, le empaca el almuerzo, lo ayuda a vestir, le lleva el desayuno a la cama, le quita los zapatos y se aguanta su mal genio. Tal como lo manda Dios.
Según el censo del Dane realizado en el 2005, al menos el 60% de la población en Antioquia mantiene una relación estable, las mujeres entre los 15 y los 25 años se encuentran en el grupo poblacional mayoritario dentro de esta estadística. Para los programas gubernamentales, este comportamiento se debe al incremento de los embarazos no deseados y la falta de proyectos de vida claros que ayuden a los jóvenes a concebir la vida desde una perspectiva más amplia.
Otros aseguran que la ruralidad, el tercermundismo y la desinformación, son la razón de ser de este comportamiento. La iglesia, las condiciones socioeconómicas y el imaginario de familia son otros factores que los expertos consideran decisivos a la hora de casarse.
Aunque las mujeres tienen legalmente los mismos derechos de los hombres, socialmente hay quienes sostienen que el matrimonio es el único medio de realización. Llegar a los treinta sin casarse y tener al menos un hijo que proteger, se convierte en uno de los motivos para no esperar y evitar correr el riesgo de quedarse con San Antonio boca abajo.
El Santuario es un municipio con una población de 25.052 habitantes donde el 75% es femenino. Solo este año se han casado 180 parejas, el 60% no supera los 25 años. En éste municipio el arriendo de una casa con dos habitaciones, un baño, la cocina y un antejardín, puede costar cuatrocientos mil pesos. El mercado básico oscila entre los 200 y 300 mil; situación que depende de la marca de los productos y los sitios donde sean comprados. El agua, la luz, el teléfono y el gas pueden costar en promedio 250 mil pesos en una casa estrato dos. Sin contar la inversión en la recepción, los vestidos de los novios, la peluquería, los muebles para la casa; además de los gastos en salud, el vestido, las vacaciones, las salidas algunos fines de semana y servicios adicionales. Una pareja promedio en Colombia necesita dos mínimos al mes para vivir medianamente cómoda.
Si se tiene en cuenta que solo el 10% de la población colombiana accede a la educación superior, que el salario mínimo no cubre las necesidades básicas y que los niveles de subempleo siguen incrementándose. Además del costo que implica tener hijos desde el momento de su concepción hasta el paso por la universidad ¿Cuál es el criterio que lleva a una pareja joven a tomar esa decisión?
Aunque la edad no es garantía, es una póliza de experiencia que puede hacer de los matrimonios una convivencia más realista y en igualdad de condiciones. Así podría acabarse la queja de las abuelas: los matrimonios actuales son ‘desechables’. Será que los jóvenes de ésta era siguen creyendo en el adagio imprescindible: por los siglos de los siglos amén.
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