25 octubre 2011

Carta al lector


No he aprendido de disciplina, tengo 21 y en nada me parezco a los ídolos literarios que me trasnochaban a los 20. He dejado de leer, de escribir, de pensar, antes no lo extrañaba, ahora la necesidad de pensar ha vuelto y con ella la tristeza.
Ese sentimiento hace parte de la sensación de la conciencia, saberse presente, conocerse y luego destruirse, es dolorosamente inevitable. Entonces vienen las cenizas y con ellas un nuevo molde que cada vez es más parecido al viejo, así encontramos nuestros dejos, esos que pasan de una vida a otra.
Este ya no será más el muro de lamentos de una adolescencia que empecé con la Universidad. Se convertirá en el laboratorio de mis pensamientos, todos los que quieran escapar  y los que sea capaz de escribir.  En adelante querido lector, no me comprometo con la coherencia de mis pensamientos, tampoco con la extensión o un solo estilo de escritura. Lo único que puedo prometer es que cada palabra será el resultado de mi necesidad por decir algo, o a veces nada.