14 noviembre 2011

Blue


Blue
"Uno es una trayectoria que erra tratando de recoger las migajas de lo que un día fueron nuestras ganas". Qué viva la música

Cerezo tiene la costumbre de regalarme frases que me sacuden el intestino. Si, hay que sentir con las tripas y no con el corazón, las primeras permiten que uno desligue los demás sentimientos que en estos casos solo estorban; el segundo es una quimera que se alimenta de las tristezas y es culpable de las miradas vacías.

Tengo la costumbre de archivar textos incompletos, fotografías sin editar, fragmentos de poemas y canciones que pienso mostrar un día propicio en el que la gente los necesite, pero qué voy yo a saber de las necesidades de la gente cuando no he podido siquiera aprender de las mías. Soy un rompecabezas indeciso, puedo formar una figura distinta un día y al otro volver al caos, a los pedazos aislados, a la nada.

Si no llevo la contraria no puedo vivir contenta" Es una de las frase de Qué viva la música. Cerezo dice que
Andrés Caicedo sabe cómo definirme, también que este libro no es el mejor, es un Caicedo ya gastado. Estoy de acuerdo, quizá sea eso lo que le permita a Cerezo identificarme en sus frases. Vivir cansa.

Por hoy diré que no habría nada mejor que suspenderse en el pasto, mirar al cielo y cerrar los ojos al mundo. Quizá mañana quiera sentir el asfalto calcinante del centro de Medellín y disfrutar una cerveza en una esquina del Periodista. Por hoy, a mi Cerezo le sedo la frustración de estas letras.












25 octubre 2011

Carta al lector


No he aprendido de disciplina, tengo 21 y en nada me parezco a los ídolos literarios que me trasnochaban a los 20. He dejado de leer, de escribir, de pensar, antes no lo extrañaba, ahora la necesidad de pensar ha vuelto y con ella la tristeza.
Ese sentimiento hace parte de la sensación de la conciencia, saberse presente, conocerse y luego destruirse, es dolorosamente inevitable. Entonces vienen las cenizas y con ellas un nuevo molde que cada vez es más parecido al viejo, así encontramos nuestros dejos, esos que pasan de una vida a otra.
Este ya no será más el muro de lamentos de una adolescencia que empecé con la Universidad. Se convertirá en el laboratorio de mis pensamientos, todos los que quieran escapar  y los que sea capaz de escribir.  En adelante querido lector, no me comprometo con la coherencia de mis pensamientos, tampoco con la extensión o un solo estilo de escritura. Lo único que puedo prometer es que cada palabra será el resultado de mi necesidad por decir algo, o a veces nada.

18 mayo 2011

Al condenado

Hoy es una noche perfecta para morir. Hace frío y las gotas de agua caen implacables sobre el asfalto fúnebre; se revientan con fuerza, como si la vida les fuese demasiado para ellas. Quisiera morir infinidades de veces y nacer en otro lugar, con otra vida; sé que renegaría de cualquiera que me tocase pero entonces sabría que soy yo y no el mundo que me tocó.

Hoy es una noche perfecta para morir, tengo motivos para odiar a casi todos, para desear que se ahoguen en salsa de tomate o en el olor a gas, no me importa, quiero a pocos y los odios casi a todos, a el resto los envidio o los ignoro, por tanto los odio también.

Hoy es una noche perfecta para morir si fuera un Ave Fénix, si pudiera renacer de mis cenizas, si pudiera aprender de mis errores ¿Para qué morir y repetir la misma historia?

Como no tengo obra que dejar, ni amigos a quién dedicarle, hoy quiero una muerte simulada que me permita sentir el manto de la lluvia en cualquier miércoles de mayo.

23 enero 2011

En manos del tiempo

Y dios dijo: Hágase el futuro, y éste se hizo...
Buena idea esa de dañarse la existencia poniendo la cabeza en otro lado, lejos de si mismo. Eso pienso mientras esta silla sostiene mi cabeza que trata de volver de una búsqueda infructuosa, una musa que se escapó hace más de un mes y se rehúsa a volver porque no tiene un futuro aquí; que ironía, las musas, si bien pasajeras en la mente de cualquier loco que las invoque saben que es importante pensar que pasará mañana.

De locos y poetas se ha escrito bastante, pero ¿Que hay de los angustiados que dedican sus días a lo incierto? El  futuro... solo basta con saber que es lejano y esquivo, con eso basta. Lo útil ahora sería reconocer algo en el presente pero Dios no lo creyó conveniente, hay que dejar algo al azar, de lo contrario sería demasiado sencillo, pensó.


23 diciembre 2010

Vino

Un muro redondo y brillante acompaña a la luna fría y pavimentada de diciembre, aquí no pasa nada y logro ver cómo transitan los carros por la vía que está arriba, a un lado de lo que llaman pueblo. Desde aquí puedo mover la iglesia a mi gusto, mover las casas, la gente; con cada trago de vino reubico a mi gusto este pesebre a escala que está inmerso en la mitad de varias montañas, cinco si mal no recuerdo.

Éste remedo de ciudad hace que me sonroje, no concibo que entre las pequeñas calles se levanten los edificios imponentes de una urbe, ¿para qué? Es la pregunta que rodea a mi generación. Aquí se detiene el asfalto en medio del tiempo y mi cabeza invade a la nostalgia como ya es costumbre, aunque ya me he dicho que no puedo permitirlo más.

Quizá en unos años olvide esta sensación de ingenua libertad, quizá en poco tiempo sea esclava, cómo aquellos que transitan allá abajo, del feliz estado de ignorancia; pero esta noche, al son de una copa de vino y conmigo cómo mi usual compañía, brindo por la inquietud de saber que pasará mañana.

06 diciembre 2010

Sentada sobre éste sillón y mirando la ciudad puedo concluir que el sol sigue saliendo al otro lado del horizonte, como si se burlara de la tragedia, de la angustia de los bufones que calienta todos los días.
El mar de gente, ciudades como granjas de hormigas que trabajan, comen, adoran su reina, reproducen y mueren; el ciclo vital es así de simple, el hombre lo ha hecho más complejo con su calidad de nostalgia trasnochada.

Aun así, sentada en este sillón a media noche, con un sol que se posa en otro lado del mundo, entiendo a Gonzalo Arango y Andrés Caicedo, las ciudades malditas son tiernamente esperanzadoras durante los atardeceres, pero tristemente cínicas en las noches de invierno, que como hoy acompañan el paisaje.

16 noviembre 2010

Sobre el verde pasto seco

Allí estaba sentada, sola, inmóvil debajo de un árbol en pleno agosto. Aunque aquí el otoño llega cuando le viene en gana, ese día el árbol de guayacán despedía a sus hojas que una tras otra caían sin prisa sobre ella y su libro. El pasto era verde diría yo, ella pensaba que estaba seco. Yo para no contrariarla diría que estábamos sobre el verde pasto seco, aunque era consciente de que no compartíamos el mismo prado. Su libro, el mío, pienso que eran uno solo, siempre termina siendo, ya lo sé, aunque no la conozca bien.

― ¿Estás aquí, detrás?

―Si, como siempre, ¿aun no te acostumbras?

―No, cuando estás aquí pierdo mi concentración, mi cordura, pero preferiría morir antes de saberte lejos, naufragante entre mi memoria, mientras me hayo sola con mis pensamientos, mi rutina.

―Sí, suelo pensar que eres mi espejo, pero somos diferentes desde la punta del dedo hasta el último cabello.

Me enloquece su presencia, me ataca, me incomoda, sufro cuando está cerca, no tengo paz. Aun así, sería una locura dejar que se vaya; si se va, se lleva mis recuerdos, mi inspiración, mi necesaria conciencia y las ganas de seguir aquí entre este jardín. He leído incontables historias que hablan de la noche, incansables poemas que la evocan, desesperadas canciones que la aclaman, pero no logro entender su magia, la oscuridad es aterradora, su silencio ensordece el alma, es como estar en medio de la nada como un ente suspendido en el vacío, en sus propios pensamientos, no lo soporto.

La noche se hace tolerable porque está cerca, siempre atrás de mí, guiando mis pensamientos por jardines laberinticos cada vez más profundos, más espinosos pero asombrosamente hermosos. La noche es suya y yo soy la acompañante de sus impulsos, estoy condenada a la penumbra, a ser su títere, lo sé y no pongo resistencia así ha de ser.

― ¿Sigues ahí?

¿Cuántas noches han pasado? A lo lejos se escucha el mar donde reposan las almas y sus ideas, escucho fragmentos de aquellos poemas, hablan del anhelo de estar muerto, de la tortuosa existencia sin ti. Eres luna, dosis de heroína hecha carne. Adictiva, indomable, dañina e insoportablemente necesaria.

― ¿Por qué no apareces?

Cansada de esperar lo que he perdido pregunto a estos arbustos por tu recuerdo, tu esencia. Se han ido las ganas de sentarme bajo el guayacán y abrir el libro, no hay quién escriba, quién lea lo que ha escrito, quien anhele la dolorosa catarsis de estar vivo y muerto al tiempo.

Ahora miro el espejo y te veo, a la sombra de lo que soy, aparece tu rostro dibujado pero no eres tú, soy otra. Te extraño Amelia. Estoy posada a la sombra de lo que no quisiste que fuéramos, pero qué más da, te has ido y he muerto, mientras, yo aquí sobre el verde pasto seco.